El día 26 de Febrero de 1918 un
gran incendio asoló todo el pueblo (excepto la calle “Larga” situada entre la
montaña y el río Arandilla que hizo de cortafuegos natural).
Hubo que proceder a reurbanizarlo
de nuevo.
Tal fue la psicosis que aquel
episodio despertó entre los huertaños, que en su reconstrucción, se aplicaron varias
medidas anti-incendio (el sentido común de nuestros antepasados es digno de
mención) como:
- Todos sus patios de manzanas eran abiertos al exterior para permitir la entrada de bombas de agua, mangueras y personas que sofocasen los incendios que pudiera haber.
- Algunas de las viviendas de cada manzana, además de luces al patio general (como todas), tenían puerta de acceso a él, para permitir una evacuación rápida (que a través de ventanas hubiera resultado más dificultosa) y la entrada de mangueras y gente desde distintos puntos del patio de manzanas.
Tristemente esas medidas
anti-incendios están desapareciendo. Lo peor de todo es que, además, las
viviendas, de repente, están dejando de tener luces al patio de manzanas ;
¡¡¡extraño suceso!!! digno de “Cuarto Milenio”.
Este incendio dejó en la ruina a
la mayoría de las familias.
En julio de ese fatídico año
(1918), un fuego en el monte, quemó más de un millón de pinos.
Y también 1918 fue el año de la
mal llamada “gripe española” (que en realidad parece que fue una gripe
“aviar”).
Con este relato, quiero rendir un
homenaje a nuestros antecesores; esos huertaños y huertañas que consiguieron
que su pueblo, su monte e incluso ellos mismos, resurgieran de sus propias
cenizas (como el Ave Fénix). Gracias por vuestra lucha.
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